Cuentate una de piratas......

Hace un par de meses fui a Valparaíso a un congreso gastronómico en Inacap, ahí el invitado estrella era Iwao Komiyama, un japo/argentino muy simpático y con mas historias que Kung Fu, como siempre que dos o mas cocineros se juntan salen anécdotas de cuando empezamos, de las jornadas, de los chef con que aprendimos, de las cagadas que nos mandábamos y por supuesto de las juergas que teníamos. en un momento me dijo, "vos Andrés, tenés cara de haber sido un pirata...."

En el fondo los cocineros somos todos piratas, tenemos una fama bien ganada, estamos acostumbrados a trabajar bajo presión, grace under presure, nos movemos en espacios minúsculos, llenos de fuegos, sartenes calientes, gritos y chuchadas, un servicio movido es como un abordaje, llegan todos juntos y te quieren hacer cagar, meterte en la mierda, frase que no suena muy bonita, pero que inexplicablemente se dice igual en todos los idiomas y en todas las cocinas, y solo te tienes a ti y a tu brigada para salir adelante, para repeler el abordaje, grillar, saltear, freir cortar 20 0 30 pedidos al mismo tiempo y que todos salgan bien, no solo bien, perfectos, que ni se les ocurra mandar algo de vuelta, que el garzón ni se meta, que no nos apure, que haga su pega y se lleve los platos rapidito no mas, que o si no la sarta de puteadas que le llega no se las saca nadie, todos se mueven como en una corografía, todos saben lo que tienen que hacer, cuando y como hacerlo, si no eres una parte del engranaje la máquina te bota fuera.

Es el orgullo de sacar un servicio complicado adelante, terminas el turno hecho mierda, transpirado, adolorido, quemado y a veces cortado, pero con la adrenalina a full, imposible ir a acostarse, para qué, para dar vueltas en la cama toda la noche sin poder dormir esperando que nos baje esa sensación en el pecho, nooooo, los cocineros salimos con otros cocineros a lugares donde se juntan aquellos que terminan tarde y gustan de hacer la noche día.

En esos primero años nos sobraba energía, cocinar no es solo un trabajo mas, es algo que te produce mariposas en el estómago, es como estar enamorado a los 15, te llena todo, cada cosa que se descubre, cada sabor nuevo, todos los días se aprende algo nuevo, se mejoran habilidades, cada día te apanas menos y cuando pasas una noche invicto realmente se te infla el pecho y te pavoneas como si hubieses salido campeón del mundo, son pequeños logros y triunfos cada día, y como los triunfos por muy pequeños hay que celebrarlos, los cocineros celebramos cada noche.

La verdad es que nos gusta el antro, siempre hay alguno con un dato nuevo, un bar de pacotilla, perdido por no se donde, en el que se puede hacer de todo, tomar mucho por poca plata, fumar y consumir sustancias ilícitas sin que dueños ni garzones se espanten , hablamos mucho, todo el rato del trabajo, mas cervezas y mas fuerte hablamos, mas encontramos que el jefe realmente no sabe nada y que tenemos la razón en todo, pasamos a las piscolas, trago de cocineros, nosotros no somos como los garzones que salen con efectivo todos los días y que gustan de tomar “fino” ojala lo mismo que toman a quienes atendieron hace unas horas atrás. Nosotros no, lo que queremos es apagar ese fuego, claro que finalmente lo que hacemos es echarle bencina. Caminamos por plaza Italia como si fuera nuestro patio, el jaque mate era el símbolo del antro, 3 pisos llenos de gente que le gusta la noche, shop de medio litro y tragos baratos para empezar, completos y sándwiches contundentes para afirmar el estómago y poder seguir la juerga, ojala el local no tenga ventanas, asi no nos enteramos si amanece o no. O cuando nos queríamos hacer los lindos con alguna chica nueva del local ir al Bar La Chimenea comiendo las primeras chorrillanas de santiago, tomando vino, jugando cacho y actuando como si hubiésemos nacido en el local.

Claro que en esos años el mejor lugar de santiago para irse de juerga pirata era el Barometro, un barsucho enano, que no debe haber tenido mas de 6x4mts, una barra de madera rústica con rayados y tallados de mensajes de amor y buena onda, 4 mesas y una isla al medio, teóricamente no deberían haber entrado mas de 25 personas, nunca las conté, pero de seguro que había noches en que había 50 o mas, mezcla de todo, una fauna que llamaba la atención por lo ecléctica, niños y niñitas bien, garzones y cocineros, taxistas, traficantes, artistas y un cuanto hay en la noche santiaguina. Como estaba ubicado estratégicamente en apoquindo con vespucio todo el mundo pasaba por ahí, echaba una mirada hacia adentro y era fijo que con más de alguien te encontrabas y vamos pidiendo, riéndonos arreglando el mundo con Pedro, La Pachy o el Pelado. En sus mejores épocas, cuando Pedro andaba motivado se perdía como a las 3 de la mañana y se iba al Terminal pesquero en busca de ostras y erizos, los que se servían de inmediato, que manera de gozar, otras noches eran los shawarmas, unos de los primeros que hubo en santiago.

Iwao, claro que fui pirata, soy pirata, los cocineros nunca dejamos de serlo y tengo los tatuajes, los cortes y las quemaduras para probarlo…..

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